top of page

XX Congreso Pedagógico 2015 

POÉTICAS DE LAS PEDAGOGÍAS DEL SUR. EDUCACIÓN, EMANCIPACIÓN E IGUALDAD

Ponente: Marta Kleinburd

Título: Tres lapiceras, una revolución

A los 17 años Américo comprendió que su pasión era la docencia, su lugar en el mundo.
A los 33 años, un 13 de agosto de 1976, fue secuestrado en la escuela 23 del DE 17. Pasó
a ser uno más de los 30.000 desaparecidos. Su presencia se transformó en ausencia, y su ausencia, por falta de respuestas institucionales, en anonimato. El quedó en el recuerdo familiar y de quienes fueron sus alumnos. Lo buscamos pero no obtuvimos ninguna respuesta. 29 años esperando que Américo dejara de permanecer anónimo.
Este sentimiento llegó el 24 de marzo de 2005. Una placa y una flor que llevó a la escuela
una alumna, desde el jardín de su casa, me permitieron recuperar, sin nostalgia, su imagen, su sonrisa, su sentido del humor y ese entusiasmo, tan suyo, por demostrar que otro mundo es posible. Américo Marchetti tuvo nuevamente entidad, recuperó su lugar en el mundo en su escuela, donde quedó inscripto su nombre. Desde ese día la memoria se hizo palabra, se hizo NOMBRE. Año tras año Américo es recordado, su nombre está definitivamente en la memoria. Porque, Flaco, o Felipe de Mafalda, nunca olvidaremos aquello que tantas veces te oímos cuando afirmabas: la educación es la semilla en un pueblo. Semilla que en tu corta vida sembraste.
Ricardo Galmarini, su primo, recuerda: “Trabajábamos juntos en una escuela que era el Instituto de Rehabilitación al Tuberculoso. Ahí estuvimos unos cuatro, cinco años y después nos pasamos al Hospital Santojanni también juntos, y ahí sí, íbamos también los días sábados, a trabajar con ellos, a hacer concursos, trabajos de recreación; durante la semana, enseñábamos”.
Dorita Martínez, compañera de Américo en AUDEC, recuerda su militancia de esta manera:
“la actividad sindical en esa época estaba totalmente cruzada con la militancia… A quienes más recuerdo es a Cacho Carranza y a Américo… El recuerdo profundo que tengo de ellos es la calidad humana de los compañeros, el jugarse, el estar convencidos de lo que creían, de lo que queríamos, como docentes: excelentes docentes”.
Pablo Imen, uno de sus alumnos en 1976, escribió estas palabras: “En los primeros años setenta la opción de mis padres por la educación pública me condujo a la Escuela 4 del Distrito Escolar 16. Entre 1970 y 1977 me tocó atravesar el nivel primario. Sólo más adelante pude
procesar los violentos cambios de clima que atravesaron a nuestra escuela, a partir de hechos muy puntuales pero contundentes de época.”
“Fue en séptimo grado, que tuve a Américo Marchetti como maestro de ciencias sociales e historia. Su sonrisa amplia y generosa acompañaba las palabras con que nos interpelaba para recorrer los hechos del siglo XX, y mi entusiasmo se incrementaba cuando hablábamos de las grandes luchas que signaron un tiempo de esperanzas fundadas en la posibilidad de forjar un mundo nuevo.”
“Nos organizábamos para ver los grandes hechos contemporáneos y tengo la imagen de mi exposición sobre la segunda guerra mundial, construida en una consulta concienzuda y entusiasta en mi biblioteca familiar repleta de libros de historia y novelas que daban cuenta de aquel formidable esfuerzo para derrotar las fuerzas del nazismo. Su aprobación se expresaba
en la mirada y la palmada en el hombro, impulsando nuevas búsquedas, aprendizajes, descubrimientos.”
“Pero un día, el maestro Américo dejó de venir. Un clima denso cubrió la escuela y nadie me hizo saber que había sido secuestrado por las oscuras fuerzas armadas, brazo ejecutor del crimen social que recurrió al genocidio para implantar, como dijo Rodolfo Walsh, la miseria planificada en Argentina y en la región latinoamericana.”
La convocatoria de Daniel López a hacer un video sobre Américo para presentar en el Congreso Pedagógico 2015 fue el disparador 
del recuerdo y de hacerlo presente a través de conectar a la gente que lo conoció en persona o que lo conoció a través de su tarea. Durante la realización del video me sentí muy acompañada y cuidada en este proyecto tan movilizante. Cuando estuvo terminado y lo miramos en familia y con sus amigos, me produjo un gran impacto. Era verlo a él, aquí y ahora, en imágenes. Pasaron 40 años. Y hoy, en el video, está presente.
Agradezco a UTE, en especial a los compañerxs Graciela Cingolani, Pablo Salazar, Miguel Nazar, Ricardo Galmarini y Félix Adrián Montero Biot y a los directores y delegados de las diferentes escuelas por la colocación de baldosas en recuerdo de todos los maestros desaparecidos; y a la escuela 23 DE 17, por compartir año tras año el recuerdo
de Américo el Día de la Memoria.

bottom of page